Jesús Gómez Fregoso
Hace un siglo, en la segunda semana de abril, en vísperas de la Revolución, sus futuros protagonistas andaban en rumbos muy distintos. De José Vasconcelos no tenemos datos precisos: en una primera lectura de su Ulises Criollo, se puede colegir sin claridad, que el futuro rector de la Universidad Nacional, y primer candidato presidencial opositor al PNR, andaba en su habitual vida de bohemio en el vecino país del norte. La futura compañera de Vasconcelos, la inquieta Antonia Rivas Mercado, de apenas diez años de edad, acababa de regresar de su primera estancia en París, y por supuesto sin la menor idea de lo que el futuro le deparaba en la misma Ciudad Luz. Bernardo Reyes continuaba en Francia visitando fábricas de cañones y municiones. Panchito Madero escribía nutrida correspondencia a sus amigos y el día 7 de abril escribió a su señora madre: “Mi adorada mamacita: veo que tú sigues mejorando poco a poco. Opino, como el doctor, que debes permanecer en esa (en San Antonio Texas) hasta que comas, si no precisamente de todo, por lo menos mayor número de sustancias alimenticias…Por otra parte, todos los clubes antireeleccionistas de la república unánimemente han manifestado que entusiastamente se adhieren a mi candidatura así es que para nadie es ya motivo de duda que por unanimidad seré el candidato de la Convención para la Presidencia. Para la vicepresidencia será casi con toda seguridad el doctor Vázquez Gómez”. Por lo que se refiere a don Venustiano, según Luis Barrón: “en el primer semestre de 1910, la crisis política de Carranza tocó fondo… estaba varado en el Congreso del Senado… la doble apuesta de Carranza había fracasado rotundamente, y parecía que no tendría ya nada que hacer después de la elección presidencial programada para el verano. Como último intento, volvió a hablar con Rodolfo Reyes –quien se encontraba a punto de salir hacía Europa para ver a su padre– y le dijo que no veía más remedio que la revolución si es que querían vencer a los científicos. Le suplicó que hiciera todo lo posible para convencer al general de regresar y dirigir la rebelión, pero cuando Rodolfo habló con su padre, éste rehusó de nuevo participar de cualquier tentativa revolucionaria”. (Carranza, El último reformista porfiriano, Tusquets, 2009, p. 100). El futuro caudillo jalisciense, Manuel Macario Diéguez, pagaba sus ímpetus revolucionarios encerrado en el terrible y temido San Juan de Ulúa, donde según Mario Aldana: “A los líderes de la huelga de Cananea les tocó purgar su castigo en las tinajas llamadas El Infierno; la celda no tenía por donde pasara un rayo de luz en ningún momento, y la humedad reinante era insoportable; era una cueva sin ventilación y las “cubas pestilentes” dice Baca Calderón donde satisfacían sus necesidades, “las mismas de la etéreas que despiden esas cubas, nos asfixian, nos matan”…. Durante toda su estancia en el penal permanecieron con el mismo uniforme que los identificaba como presos, el cual se fue deshilando y rompiendo poco a poco por la humedad y las duras faenas que tenían que realizar”. (Manuel M. Diéguez y la Revolución Mexicana, p.73). Emiliano Zapata acababa de ser liberado de su servicio forzado en el ejército gracias a Ignacio de la Torre y Mier, yerno de Porfirio Díaz. A cambio de esa liberación, el futuro Caudillo del Sur comenzó a trabajar como caballerizo mayor de los establos del marido de Amada Díaz, hija ilegítima pero muy querida del anciano dictador.
Finalmente digamos que de Pancho Villa no tenemos datos concretos de lo que hacía a principios de abril de hace un siglo; pero su biógrafo Friedrich Katz dice que el hecho de que, en vísperas de la Revolución, Villa anduviera libre y viviera una existencia legal en Chihuahua demuestra que se había hecho con el único medio que podía evitarle a uno el arresto en el México porfiriano: vínculos con protectores poderosos. En otras palabras podemos colegir que si el Centauro del Norte viviera en el México de estos días, tendría importantes nexos con los amos del narcotráfico.
Lo relevante de abril de 1910, es sin duda el hecho de que Francisco I. Madero ya no era candidato a la vicepresidencia, sino futuro contendiente en las elecciones presidenciales que se llevarían a cabo en el verano de ese año.
